domingo, 19 de febrero de 2017

LA MÚSICA Y EL CINE en tres films que suenan de lujo (1).

     El MUSICAL.

La música es el complemento perfecto para crear una gran película, una banda sonora debe estar al servicio de la narración, de lo que se quiere transmitir al espectador; subrayando emociones, complementando a los personajes, introduciendo situaciones, etc.

Todo cambia si le damos la vuelta. Qué tal si la música se convierte en el motor de una historia o en uno de los personajes principales o en el eje de una trama.

EL MUSICAL: del claqué de Fred Astaire al de Ryan Gosling.

       
Recuerdo los bailes de Fred Astaire y Ginger Rogers; las perfectas coreografías de Gene Kelly; la mítica West side story(54); o el clásico Siete novias para siete hermanos(61). Todas estas películas marcaron una época del musical en Hollywood.
En 1978 Grease, renovó el musical, convirtiéndose en un hit generacional aportando un aire fresco y desenfadado, los tiempos habían cambiado resguardados por las chupas y los pantalones de cuero y los nuevos looks.

La magnífica All that Jazz (Bob Fosse) (79) allanaba el camino de la Fama (80) (Alan Parker). Hair (79) (Milos Forman) relanzaba la opera rock, tras Tommy y Jesucristo Superstar. Los espectáculos musicales y el esfuerzo artístico experimentaron un nuevo rumbo.
A partir de ese momento perdí el rastro del musical, tan sólo reseñar la original propuesta de Woody Allen, Todos dicen I love you (96) y la singular, Bailando en la oscuridad de Lars Von Trier, con una artista tan transgresora como Bjork.
Las últimas aportaciones al género me dejaban frio. Chicago (2002), un espectáculo demasiado encorsetado y Moulin Rouge (2000), pretencioso y excesivo.
La magia de Woody Allen contagia a LA LA LAND
Laciudad de las estrellas, (LA LA LAND) (Damien Chazelle) (2016) ha rescatado el claqué de sus protagonistas de una forma sencilla y original.

La ciudad de las estrellas, (LA LA LAND)

La ciudad de las estrellas, (LA LA LAND), un billete para soñar.

Un enorme atasco se convierte en un espectacular número musical al comienzo del film. Me sumerjo en la fantasía arropada por la música y la trepidante coreografía disfrutando de esta circunstancia idílica. Estoy dispuesto a disfrutar de un día soleado  junto a los conductores atrapados; extasiado bailo encima del techo de mi coche junto a cientos de personas; el final de esta secuencia me devuelve a la realidad de los protagonistas. Estoy dentro del film.

Transito por la vida de los dos personajes: una aspirante a actriz que se siente machacada  en cada uno de los castings, y un pianista que aspira a tener su propio club de jazz y que sobrevive alquilando sus manos en locales sin alma.
        La excelente música se mezcla con elegantes planos secuencia. Acompaño a la actriz aspirante al interior de una fiesta, ritmo, baile, diversión; una enorme piscina recibe el primer chapuzón y la cámara se sumerge en el agua y sale a flote retratando el frenesí de la diversión.
Es tarde para mi actriz, rodeada de gente se siente ausente y la cámara ralentiza sus movimientos. Volvemos a la vida real.

        Los números musicales se van sucediendo mezclando la realidad con la fantasía, la música  salva a mis protagonistas de todos sus fracasos endulzando las situaciones amargas y guiando sus destinos y sus encuentros.
        Nos encontramos ante una historia de amor envuelta en ilusión. Por fin mis personajes encuentran el momento decisivo, ese romántico primer beso tras el primer contacto tímido de sus manos. En la pantalla del cine un clásico: Rebelde sin causa, por fin sus labios se van a juntar pero el celuloide se quema. No importa, revivirán ese instante visitando la localización de la película, la magia del amor y la música se fusionan.
        Comparten sus sueños, me siento feliz con ellos, juntos podrán con todo, respiro luz, optimismo, energía, proyectos, siento el jazz como ellos, comparto sus reflexiones; pero, esto es la realidad, el amor y el desamor van de la mano. Dejamos de nuevo los sueños aparcados, la música se espacia, la melancolía, la tristeza, los reproches aparecen. El ritmo de la cinta se relaja.

        He salido de la gran pantalla, observo a mí alrededor a los espectadores que comparten mi experiencia en la sala de cine.


        Recorro el metraje en solitario, hasta que vuelve a sonar esa bonita melodía que va cambiado de registro; siento que va llegando el momento, lo deseo con fuerza, siento como mi cuerpo se levanta del asiento, la felicidad me embarga y recorro de nuevo con mis dos protagonistas esta sencilla historia donde la música y la imagen han provocado un viaje intenso en mi interior.
        Un billete para seguir soñando.
La ciudad de las estrellas (LA LA LAND) (Demian Chazelle)(2016)
                                       Reseña musical de la banda sonora por Frederic torres