CONTAGIO
(2011) (Steven Soderbergh): LA REALIDAD.
Con afortunadas diferencias, sobrecoge ver en
situación de confinamiento gran parte del metraje de esta película. Las
similitudes con la situación actual que vive el mundo alejan a este film de la ficción
para acercarlo a la realidad.
El
prolífico director de películas comerciales como la saga de atracos que se
inicio con Ocean´s eleven (2001), ha
cambiado de estilo constantemente. En sus más de 30 films y algunas series
(destacar la memorable The Knick del
2014) alterna obras experimentales, alimenticias, taquilleras, filosóficas
o biopics (Ché, el argentino y Ché,
guerrilla del 2008); pero sus
mejores logros residen en conjugar la taquilla con diferentes argumentos espinosos
en varias de sus películas.
El
estilo del documental dramatizado desarrollado en la premiada Traffic (2000) atrapa al espectador
adentrándolo en el mundo de la droga; la también galardonada Erin Brocovich (2000) cuenta la lucha de
una empleada de una oficina jurídica que se enfrenta a una poderosa
multinacional; o Efectos secundarios (2013) que trata sobre el poderoso mundo de
los medicamentos. En Contagio el
guionista Scott Z. Burns fue asesorado por un prestigioso epidemiólogo
estadounidense llamado Ian Lipkin, lo que da pie a lo largo del metraje a
explicaciones muy interesantes: como se contagia la población mundial, como
actúa el virus en el cuerpo humano, la búsqueda de una vacuna o qué tipo de
tratamientos se administran…
La
película resulta dinámica, didáctica, interesante gracias a un estudiado guión,
una fantástica puesta en escena con la utilización de una banda sonora que
tensa al espectador. El reparto estelar con excelentes actores (J. Law, K.
Winslet, L. Fishburne, M. Damon, M. Cotillard, Elliot Gould…) se distribuyen un
mosaico de personajes que encajan como un puzle en la trama alternándose en
diferentes secuencias: la paciente cero y su marido que resulta inmune a la
enfermedad; el epidemiólogo que trabaja con el gobierno dando la cara en las
ruedas de prensa y que trabaja con una compañera que se dejará la vida en la
investigación; El doctor que encuentra un remedio al margen del gobierno; los
científicos que buscan la vacuna; el periodista freelance sensacionalista que
encuentra un beneficio en medio de toda la desgracia…
Soderbergh
nos muestra las coincidencias de una pandemia que se ha hecho realidad, como si
todos los habitantes del planeta fuéramos extras del reparto: El lugar del
inicio del contagio en una metrópolis china, el viaje del virus por el mundo,
la forma de contagio a través de las manos, el uso de mascarillas, el
aislamiento social, el asalto a los supermercados, la dicotomía de la política
entre la salud o la paralización económica, la búsqueda urgente de una vacuna o
los grandes hospitales de campaña nos recuerdan la situación histórica que
estamos viviendo.
Por
suerte o eso espero, la película va mucho más allá describiendo una situación caótica,
dónde el miedo y el pillaje se adueña de
la población; presentando también un virus mucho más letal del que en realidad
estamos sufriendo.
El
excelente final que desvela el inicio del desconocido virus es idéntico al que
explican los medios para la actual pandemia.
¿Estaremos de verdad
viviendo la realidad o es solo una pesadilla? Quizás no esté escribiendo estas
líneas en un ordenador y mis dedos solo golpean letras oníricas.
Olvidaré
entonces la reflexión que hacia el guionista de la película en una entrevista: «era cuestión de ver cuando pasaba, no
ver si pasaba».
Filmografía STEVEN SODERBERGH
A
CIEGAS (2008) (Fernando Meirelles): EL PENSAMIENTO.
En
estos días de confusión, de reclusión, no tenemos ninguna certeza del futuro
que nos espera, estamos a ciegas, como el título de la película. Quizás sea un
buen momento para la reflexión, sin anticiparse a los acontecimientos pero
lanzando algunas preguntas: ¿Será capaz la humanidad de meditar y razonar sobre
lo ocurrido? ¿Seremos capaces de no dejarnos contaminar por la mentira? ¿Qué
nos espera en el exterior? ¿Cómo habrá cambiado la relación con nuestros
semejantes? O por el contrario, todo volverá a la normalidad impuesta olvidando
lo ocurrido con el tiempo y cometiendo los mismos errores.
A
ciegas adapta el libro más conocido de José Saramago. Ensayo sobre la ceguera (95) es una novela distópica que está
narrada con un estilo de ensayo como índica su título, pretendiendo reflexionar
sobre la oscuridad del alma humana. El premio nobel de literatura de 1998
relata la extensión de un virus en un país indeterminado, con unos personajes
sin nombre a los que reconocemos por sus trabajos diarios, es decir por el rol
que les ha tocado realizar en una sociedad de autómatas cegados por el estrés
del día a día. La pandemia ataca a la visión de las personas, pero su ceguera en
vez de oscuridad es un mar blanco dónde lo único que se pueden ver son sombras.
Plasmar este argumento repleto de
complicaciones cinematográficas suponía un gran reto cercano a la obsesión para
el realizador Fernando Meirelles. El director brasileño, forjado en la
televisión y en diferentes proyectos experimentales ya era conocido por dos
excelentes películas: En la premiada Ciudad
de Dios (2003) plasmaba una compleja novela con más de 350 personajes que
describía el mundo del crimen organizado en las favelas de Rio de Janeiro; En El jardinero fiel (2005) adaptaba una
interesante novela de John Le Carré sobre la mafia de las farmacéuticas, un
sobresaliente film de arriesgado estilo. Era púes de esperar que la compleja
realización de A ciegas tuviera un
estimable resultado: Por un lado la exhaustiva preparación de los actores
(Excelentes Julianne Moore, Mark Ruffalo, Danny Glover, Gael Garcia Bernal y el
resto del reparto); la exploración visual con múltiples ángulos de cámara; la
recreación del mar blanco de la ceguera y el resto de efectos visuales, etc…
dotan al film de una atmósfera perfecta de realidad onírica.
Dividida en tres partes, la película cuenta
el principio del contagio en una ciudad ya de por si caótica y enfermiza. Va
presentando a los personajes cruzándolos en diferentes escenas, relatando sus
vidas y los vínculos por los que se van contagiando. Los individuos son recluidos juntos en una
cuarentena extrema, carcelaria, agónica, dónde el caos se va adueñando de la
bajezas del ser humano. Aparece el líder populista envenenado de poder y la
avaricia del grupo que lo sigue; la sumisión, la degradación moral y física, la
explotación sexual, la pura supervivencia de los demás; la guerra, la sinrazón.
La tercera parte nos presenta un país devastado dónde la importancia de un
grupo y un buen líder reflejan la solidaridad de la unión.
Las personas nos relacionamos de forma
afectiva sea de forma circunstancial, por amistad o por familia, desarrollando
la empatía; sin embargo el rencor, el odio, la venganza, el materialismo, el
egoísmo también es alimentado cegando nuestro interior.
Volveremos a ver de nuevo tras nuestro
confinamiento, pero esta vez volveremos a ver de verdad.
Es un deseo pero no una certeza.
FILMOGRAFÍA: FERNANDO MEIRELLES.
DOCE
MONOS (1995) (Terry Gilliam): LA FICCIÓN.
Año 2035, la humanidad se
refugia en comunidades subterráneas por culpa de un virus letal. El prisionero
llamado James Cole es enviado de
forma voluntaria al pasado para conseguir una muestra del virus y así lograr un
antídoto. La pista se encuentra en 1996 y los principales sospechosos son un
grupo radical llamado el ejército de los 12 monos.
Bajo este argumento encontramos diferentes elementos lejanos
a la realidad: el año 2032 nos remite a un futuro postapocalíptico y los viajes
en el tiempo son una ficción recurrente en el cine. Podemos pues disfrutar de
la sesión sin pensar que el espectáculo pueda saltar a la realidad, por lo
menos en el presente.
Los productores de la Universal barajaban la idea de adaptar
una versión del corto francés La Jeteé (62) (Chris Marker), para ello contrataron al guionista de Bladde
Runner (82) y Sin Perdón (92), David W. Peoples que junto a su esposa Janet
escribieron la historia de 12 monos.
Al buscar un director todos pensaron de forma inmediata en Terry Gilliam por su
gran capacidad de fabulación. Su anterior película El Rey Pescador (91) había logrado un éxito de taquilla, sin
embargo el realizador de Las aventuras
del barón Múnchausen (88) tenía fama de conflictivo debido a los
complicados rodajes anteriores (ver post en este blog: La perseverante imaginación de Terry Gilliam). Acostumbrado a
filmar sus guiones originales dónde daba rienda suelta a su desbordada
imaginación, trabajar con un guión cerrado facilitaba evitar los problemas de
producción. La película terminó en tiempo y presupuesto razonables logrando un
gran éxito de taquilla. La incorporación del star system con Bruce Willis
impuesto por la productora y un Brad Pitt que lograría una nominación al oscar dio
sus resultados. El reparto lo completaba Madelaine Stowe y el veterano
Christopher Plummer.
Doce monos recuerda
en ciertas secuencias a Brazil (85), la
obra más personal del director: el diseño futurista gótico, frío, sucio,
desangelado y claustrofóbico; recupera ese estado dominado por la burocracia
inútil, manipuladora y soberbia, aunque en este caso comandada por un grupo de
científicos ineptos; o los sueños mezclados con los recuerdos que intentan
recuperar la identidad perdida del protagonista. Sin embargo la falta de esa
libertad artística convertida en más académica nos aleja del más puro estilo Gilliam,
sin menospreciar los logros de este excelente film.
El ágil guión sigue la extenuante persecución de James Cole en busca del germen que
inicia la pandemia con diferentes saltos temporales, reflejando la incapacidad
del propio ser humano por defenderse de sí mismo. Pese a estar entretenidos con
una historia ficcionada, las imágenes de anímales viviendo en plena libertad o
escapándose del zoo nos sugiere una venganza de la naturaleza por el nefasto
trato recibido; también ese traje de diseño imposible e impecablemente sellado
que utilizan los humanos para poder salir al exterior, nos recuerda a la lucha
de nuestros sanitarios para evitar el contagio.
La excelente secuencia del primer tercio del film en la
institución mental bien pudiera servir de metáfora: quizás la locura encerrada
en la mente humana sea provocada por la incapacidad de entender como los que
parecen estar realmente locos gobiernan el mundo.
Invadidos por un mundo de pantallas dónde la
ficción nos evade de la locura diaria, podría pensar que en realidad nos están
acostumbrando poquito a poco a ver natural hasta lo más inverosímil y lo más
irracional, hasta que llegue el momento perfecto.
«Momento perfecto ¿Para qué? »
preguntó el protagonista confuso y extrañado.
«No quieras saberlo» le replicó la voz
de su interior.
José V. Navarro (Abril 2020, el mundo
encerrado en cuarentena).