sábado, 5 de septiembre de 2020

ALAN PARKER, BUSCANDO EL GOLPE DE EFECTO. (1944-2020)


       
La crítica tachaba al director Alan Parker de efectista, de recurrir de forma gratuita a la búsqueda de sensaciones en el espectador. 
En sus inicios se dedicó a la publicidad y pronto pasó a dirigir anuncios para la televisión.  Esto marcaría el estilo de sus películas y le dio resultado, logrando su objetivo.

 
       
        Recuerdo la publicidad de El expreso de medianoche (78) quizás el film que marcó su trayectoria logrando un gran éxito. Con un guión de Oliver Stone basado en el libro que escribió Billy Hayes contando su experiencia en una cárcel turca de Estambul bajo una condena de 30 años por tráfico de drogas, el director de Las cenizas de Ángela recurre a los instintos básicos del público. La puesta en escena del tétrico sistema carcelario, los deprimentes habitáculos, la oscura y malsana convivencia con el resto de presos resulta modélica. ¿Quién no recuerda la violenta escena de la lengua? Cuando el personaje explota y los espectadores nos vengamos y nos identificamos, por eso está grabada en nuestra mente.
        Con todos sus defectos, quizás el plano y convencional retrato malsano de los carceleros y del director de la prisión puede tacharse de efectista, sin embargo logra su objetivo global. El film se apoya en excelentes actuaciones (Brad Davis y el inolvidable personaje de John Hurt) y en una música de Giorgio Moroder acorde a la dirección de Parker.


        Con Fama (80) logra renovar el género con este drama musical repleto de excelentes números y con una energía que camufla el por momentos flojo argumento. El éxito del film dio lugar a una famosa serie. Parker volvía a conseguirlo.

El director iniciaba su mejor década en buena forma atreviéndose con un experimento atípico. The Wall (El muro) (82) plasma en un largometraje el excelente disco de Pink Floyd convirtiéndose en un ejercicio visual grandilocuente agrandando su mito.





        La realización de Birdy (84) se acercaba a un cine más personal contando el drama de un joven enamorado de los pájaros que deseaba convertirse en uno de ellos para poder volar. Una obsesión que se explica en la búsqueda de la libertad dentro de una ciudad y un barrio deprimente, cuya única salida parecía ser alistarse en el ejército.
        La crítica a las secuelas de la guerra (Vietnam) es el vehículo de la estructura del film. Birdy está recluido en un hospital militar debido a un shock traumático, no habla, apena come y siempre adopta posturas extrañas imitando a los pájaros (excelente papel de un joven Mathew Modine al que le esperaba el soldado Bufón de La chaqueta metálica).



Su íntimo amigo (Nicolas Cage cuando aún era un aceptable actor antes de ganar el oscar) regresa del conflicto armado con graves heridas en el rostro. Su intención es lograr que Birdy recobre la cordura recordando su pasado.
El director británico consigue alejarse del drama gracias a un personaje tan atípico, para ello la actuación del actor que encarna a Birdy es modélica haciendo creíble su simbiosis con las aves, tanto en el desarrollo de su persona como en las secuencias del hospital. Si añadimos la estética fotografía de Michael Serezin (habitual colaborador del director) y la eficiente música de Peter Gabriel el film se acerca a los mejores trabajos de su director, logrando la Palma de Oro en Cannes.

Si hablamos de efectismo El corazón del Ángel (87) tenía los ingredientes perfectos para Alan Parker. En esta historia de un detective que desciende a los infiernos en una investigación alrededor de crímenes y sacrificios con el Vudú de fondo, el estilo estético y oscuro del film junto al despliegue técnico y de diseño dieron rienda suelta a esta pesadilla. Mickey Rourke en su mejor momento junto a un Robert De Niro ejerciendo de estrella, sin olvidar a Lisa Bonet en su mejor papel redondearon este intenso film. Un año después con el sistema engrasado y un perfecto guión Alan Parker lograba su obra más redonda.


Arde Mississippi (88) anuncia el conflicto en su primer plano, un lavabo con dos grifos separados y los letreros white y colours indican dónde beben los blancos y dónde los negros; la fuente de los blancos es un sistema metálico que parece refrigerado, un hombre se acerca y bebe; un niño de raza negra se acerca al grifo marcado que le corresponde y bebe, es de un mármol cutre y antiguo. Tras el título del film, una bella canción con una inconfundible voz negra acompaña las imágenes del incendio de una casa que se va derrumbando, mientras los títulos de crédito van apareciendo. El conflicto racial está expuesto y estallará. El director lo anuncia y lo cumple con creces.
En 1965, en un pueblo sureño con gran presencia del Ku Klux Klan, tres activistas defensores de los derechos humanos desaparecen.  Dos agentes del FBI llegan al pueblo para hacerse cargo de la investigación.
Todo en este film parece encajar a la perfección, el tema racial manejado con pericia, un guión cuadrado, la excelente fotografía de Peter Biziou (el único oscar de sus 7 nominaciones), la magnífica banda sonora de Trevor Jones, el adecuado ritmo donde las intensas secuencias se van enlazando, los excelentes protagonistas y sus precisos personajes encarnados por dos soberbios actores: Willem Dafoe y Gene Hackman. Los lujosos secundarios: la sensible Frances McDormand, el patético Brad Dourif, el odioso Michael Rooker… Un film con un ritmo soberbio y preciso, de imprescindible visión.  
Esta vez Alan Parker conjugaba a la perfección su estilo en una obra dónde lo artístico y lo comercial se solaparon.
Dos frases: ¿Cuánto se atrasan los relojes en Mississippi? Un siglo.
¿Le gusta el beisbol? Es el único sitio donde un negro puede mover un palo ante un blanco sin comenzar un disturbio.





Tras el éxito de Arde Mississippi, el realizador inglés se embarca en un melodrama sobre la segunda guerra mundial desaprovechando el fondo histórico de los campos de concentración japoneses dentro de los propios EEUU consecuencia del ataque de Pearl Harbour. Bienvenidos al paraíso (90) se centra en la historia de amor de un americano sindicalista (Dennis Quaid) con una hija de japoneses nacida en los Estados Unidos (Tamlyn Tomita), desaprovechando el tono crítico a favor de una historia y una realización más convencional pese al despliegue de medios.


Su última gran película la realiza en Reino Unido con un presupuesto alejado de las grandes producciones y recuperando el género musical. The Commitments (91) adapta la novela del conocido autor irlandés Roddy Doyle (La camioneta adaptada al cine por Stephen Frears) que también participa en la escritura del guión.
El film comienza con un mercado tradicional ubicado en un barrio proletario de Dublín, allí el protagonista intenta vender cintas de casetes  o camisetas sin demasiado éxito, después acude al típico convite dónde un patético grupo de música intenta amenizar la velada. A partir de ese momento arranca su sueño de formar una banda de música soul.
Salpicada de notables canciones, fantásticas y naturales actuaciones de un joven y desconocido elenco actoral, el film retrata los problemas sociales y la vida en el barrio o la divertida familia del protagonista; destacar la presencia de Colm Meaney (antes de La Camioneta y Café Irlandés).
Divertida y con un ritmo fresco el film avanza con el casting del grupo, las pruebas, las actuaciones y los problemas de una banda que busca el sueño de la fama.
Un film dinámico dónde disfrutamos de un buen puñado de fantásticas canciones y una puesta en escena soberbia. El mejor film musical de Alan Parker.


Tras esta magnífica película Alan Parker se alejará del estilo inconfundible de sus películas de éxito filmando la decepcionante El balneario de Battle Creek (94) o el convencional drama Las cenizas de Ángela (99) adaptación del famoso libro de Frank McCourt. Su vuelta al musical fue con Evita (96), un film fallido sobre el famoso libreto de Andrew Lloyd Webber.
En su último film La vida de David Gale (2003), Parker recurría a otro tema espinoso tan abundante en su filmografía, la pena de muerte. El film tiene una notable factura y un excelente reparto encabezado por Kevin Spacey, Kate Winslet y Laura Linney, sin embargo pierde su premisa deslizándose hacía el thriller con sorpresas. Pese a todo la cinta resulta interesante pero sin la fuerza de sus mejores películas.



Alan Parker sabía cómo llegar al gran público con excelentes realizaciones y aportaba los golpes de efecto precisos cuando eran necesarios.

El director inglés firmó su última película en el 2003, decidió no seguir filmando por la dificultad de levantar proyectos y quizás, porque ya sentía que lo había dicho todo en el cine.
Y lo dijo de verdad.







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